miércoles, 11 de junio de 2014

Judías verdes

En mi sueño me despertabas. Y ¡oh, bendito subconsciente! no llevabas camiseta. Y así es como pasaba: te tumbabas a mi lado, muy dulcemente, con cuidado de no molestarme o interrumpir mis sueños.
Me acariciabas. Dios, tus manos. Las echo de menos. Abro los ojos y ahí estás, sonriendo levemente, con tu carita de loco enamorado. "He cocinado judías" me dices, provocando una carcajada que suspira: "amor... eres perfecto".
Vamos a la cocina, los dos ya vestidos y relucientes. Tengo que reconocer que tienes un olor increíble. Y me derrito pisando tus huellas mientras te sigo hasta la encimera. Me sientas sobre esta. "Espera, tengo que quitar el caldo" dices. Y lo haces, eres un completo desastre. Me encantas. El líquido hirviendo se esparce por las baldosas, creando el caos en nuestro mundo. Una vez más, tú eres el causante de que me duelan las mejillas de tanto reír. El catalizador de mi felicidad eterna.
Te encojes de hombros. Siempre tan indiferente a que las cosas puedan salir mal. Para ti no existe eso. Tienes la solución a todo, las gafas en 3D que permiten ver el mundo como una oportunidad y no como un reto insuperable. Luchador nato. Nunca te rindes ante nada. Admirable caballero, quijote ansioso de aventuras inventadas.
Y ahí estoy yo, rodeando tu cuello con mis manos. Cierro los ojos y te beso la frente, siento tu nuca bajo las yemas de mis dedos. Te tengo, eres mío. Es como cuando por primera vez en tu corta existencia te das cuenta de que no quieres soltar tu caramelo. Lo cogiste por casualidad en una cabalgata de reyes, entre todos los que habían tirado, ese es tuyo. Y que siga lloviendo dulce te da igual, tú vuelves a casa y lo guardas como si fuera un tesoro. Algunos no lo entienden, no entienden que la noche en que lo hiciste tuyo era mágica, a pesar de no ser el día de reyes y de que tú no seas un caramelo.
Porque no, esta vez no lo eras. Ayer, en mi sueño, eras desorden, risas y judías verdes.