domingo, 22 de marzo de 2015

Tan dulce como el azúcar, tan amargo como esa sensación

Ese nudo en la garganta. Ese doble ocho retorcido que baila por el abrigo de mis entrañas. Una serpiente que no clava sus colmillos pero que envenena. Una cascabel de dos metros que me recorre el cuerpo hasta el último rincón.
Son tus manos. Las siento acariciar mis brazos, mi cuello, mi pecho. Son tus frías y blancas manos que se paran en mi pelo y entrelazan sus dedos y tiran con pasión y desenfreno. Deseo. Desearía unas tortitas, como las que he desayunado esta mañana, con sirope de caramelo y una con nocilla. Otra merienda a tu lado. Y serán interminables, te lo prometo. Prometo que esto no acabe jamás. Seamos lo que seamos, prometo no dejar de quererte.